Corredor hacia la muerte. Una visión llena de vida.

Esta semana nos toca adentrarnos en la oscuridad. Saber que vas a morir y cuándo ocurrirá provoca reflexiones sobre la vida, preguntándonos qué hicimos bien y qué hicimos mal. Un análisis que pocos podrían hacer antes de volverse loco.

Puedes leer el relato a la vez que escuchas la pieza tanto en esta misma web como en la descripción del video en la web directa de Youtube.

RELATO

PASSAGE TO DEATH

Se despertó sólo en medio de suciedad, hedor y oscuridad. Con las manos atrapadas en grilletes de pared, solo podía permanecer inmóvil esperando noticias sobre su devenir. Aquella infecta prisión no presagiaba buenos augurios. Tampoco era una celda habitual de nuestros días, sino un habitáculo de piedras que lucían azuladas por la luz de un cielo que estaba pronto a amanecer. Cuanto más se intuía el sol, más se daba cuenta de que su suerte acabaría cuando la luna se marche y los pájaros canten. El amanecer era la hora tradicional de las ejecuciones y ese parecía su macabro destino.

Se revolvía entre el hormigueo de sus brazos dormidos por la falta de circulación y por la angustia de saberse destruido en poco tiempo. Su vida paseaba por su mente e intentaba inundar sus neuronas de buenos recuerdos para paliar su futuro próximo. No lo conseguía. No importaba que pensara en su amada, en su vida llena de emociones y aventuras. De sus recuerdos en la calle, hurtando un poco de comida que a veces acababa compartiendo con niños pobres. Tampoco le servía pensar en esa última etapa de su vida en la que todo parecía ir mejor y en la que los problemas parecían diluirse. Su tradicional positividad en el enfoque que le daba a la vida tampoco afloraba en estos momentos, ni siquiera su mesura y madurez daban pábulo a la asunción de la nueva circunstancia.
Cuando estaba inmerso en esa lucha interna para sobreponerse emocionalmente e intentar buscar soluciones, escuchó los pasos de personas que se acercaban.

Eran al menos dos individuos, a los que oía cada vez mas cerca haciendo que su garganta tragara saliva mientras le caían gotas de sudor frío cara abajo. Para cuando los pasos callaron, la cerradura de la puerta sonó mientras se abría. Efectivamente, dos guardias de considerable tamaño se colocaron a dos metros del reo cuando uno de ellos le espetó: «llegó tu hora». Tomaron al prisionero, le quitaron los grilletes y le vendaron los ojos. Empezó entonces un desfile a través de largos pasillos palaciegos y puentes exteriores que ya bañaba el sol y que el reo podía entrever por el vendaje.
El corazón le latía muy fuerte y sabía que ese camino era el camino directo hacía su muerte. Cuando llevaban unos minutos paseando, a lo lejos, al final del puente, divisaba una estructura y a una tercera figura humana. Se fue acercando y acercando y se confirmaron sus peores presagios. El camino se terminaba allí.
Uno de los guardas le quitó, aún sin haber llegado al final, el vendaje. Palideció cuando vio una guillotina y al ejecutor, impertérrito. Se vió forzado a colocar su cabeza en aquel invento diabólico mientras el verdugo le colocaba una capucha. Tras un segundo paralizado por el miedo, la hoja cayó y acabó con su vida inmisericordemente.

De nada sirvieron los ruegos que lanzaba a Dios desde su fuero interno. La justicia injusta había hecho, por enésima vez, acto de presencia y sus sueños y objetivos quedaron cercenados para siempre. Si bien no fue el primero, tampoco sería el último. Mientras la rueda de la sin razón no parece desgastarse a pesar del excesivo uso, dando igual épocas, naciones, civilización o religión. La humanidad siempre se creyó dueña de la misma vida llegando incluso a institucionalizar la muerte a través de ejecuciones o guerras.
Las campanas hoy redoblan por él y por su alma, aunque éstas también dejarán de sonar mientras los reyes siguen en sus placeres, el mercado se llena de compradores, los transeúntes transitan y el cura da su sermón.
Que descanse en paz.

Relato de: Paco Mitos