Publicamos «He´s back», la historia de una madre que espera a su marido de la guerra

Esta semana, toca relato corto. Y esta vez os dejamos con la historia de una madre de familia humilde, que tiene a su marido y padre de sus hijos a miles de kilómetros en la enésima guerra estúpida organizada por los que no están en el campo de batalla. Hoy es feliz por que su amado regresa a casa. Dale al play y lee su historia completa…

HE´S BACK

Corrían otros tiempos. Cuando las guerras eran sobre tierra y no había mas que algúnos pájaros de metal. Cuando los ejercitos se movilizaban sin mas motor que sus piernas hacia las trincheras.
Hoy era el día para ella. La espera la carcomía por dentro y apenas podía aguantar más: hoy llegaba su marido que durante meses había estado en otra estúpida guerra. Lloraba, no solo por que la espera tocara a su fin, sino también por el alivio a tanta angustia e incertidumbre de saber si el hijo que esperaba podría conocer a su padre o si su hermano de dos años podría criarse con este.
En el fondo, no era una vida deseable, pero él, un aguerrido patriota, creía en su trabajo y en el concepto de «patria».
Hoy sobre las 14.00h estaba prevista la llegada del buque militar a puerto y todas las familias y altas autoridades se iban a dar cita allí para recibir a los héroes nacionales.
Aunque aún faltaban unas horas empezó a prepararse con mimo empezando por su vástago. Se había hecho muy grande tras ocho meses desde que su papá se fue. Tenía ropa nueva y ella lo pondría bien guapo para tan importante recibimiento. Ella, más que por el hecho de estar guapa, se arregló por disimular ante la sociedad e incluso ante su hombre, las huellas que en la cara le había dejado el alargado desasosiego en el tiempo. Tras hacerse un bonito peinado, y ataviada con un elegante traje premamá veige, metió a su hijo en el carro y salió de casa a paso lento. Tenía tiempo de sobra.
Pero el tiempo no fue malgastado en su mente. Pensaba en el futuro y en la inestabilidad emocional que le propiciaba la situación.

En ocasiones anteriores, se limitó a convivir con las incertidumbres propias del trabajo de su compañero. Pero la idea de poner sobre el tapete otras opciones era un clamor en su interior. Pesamientos como «¿qué sería de estos niños sin su padre?» o «¿por que prefiere su profesión aún arriesgando la vida?» le atormentaban en su paseo hacia el puerto.
Fueron pasando los minutos y a medida que podía observar en su inmediata lejanía la entrada al puerto, las elucubranciones se iban despejando para dejar paso a los nervios y a la emoción que empezaban a asomar.
Se unió a varios cientos de madres con sus hijos que esperaban en el muelle cuando, a los pocos minutos se divisaba a lo lejos el buque que los traía de vuelta. Las lágrimas empezaron a aflorar entre algunas mujeres. Muchas de ellas habían pasado profundas depresiones ante la incertidumbre, la ausencia de noticias o los retrasos del correo. Los niños, que oscilaban entre los meses de vida y pocos años, también tenían la mirada perdida en ese horizonte en busca de sus padres.

Con el barco ya a doscientos metros, los soldados desde la cubierta podían observar un mar de brazos alzados saludando efusivamente. También podían escuchar los gritos de bienvenida de sus familiares hacerse hueco entre el sonido sin alma de los motores del barco que disminuían revoluciones. Asi mismo, las mujeres y los crios se esforzaban en dejar claro el mensaje de «bienvenidos a casa».

Al llegar a puerto, Un caudal de amor en forma de reencuentros se dió. Parejas emocionadas ante un abrazo cuya ausencia había hecho mella en el ánimo, niños que volvían a contar con un faro paterno y horas de sueños que se vuelven a asomar a las vidas de esas mujeres.
Su hijo de dos años, podría volver a disfrutar de su padre, mientras que el soldado podía contemplar por primera vez el protuberante vientre de su esposa y por enésima la sonriente y emocionada cara de esta.

Tras secarse mutuamente las lágrimas y recomponerse de abrazos fuertes y largos, la familia siguió su rumbo a casa. La felicidad iluminaba su camino y la alegría se revolcaba en él. Miradas cómplices con el pequeño subido a hombros de su padre, relatos de anécdotas ocurridas durante los ocho últimos meses en las vidas de ambos y el calor de la lumbre en la casa, adornarían la dicha de los próximos tiempos. Desafortunadamente, solo mientras que los señores de la guerra dejen de trabajar.

Relato corto de: Paco Mitos